Este fin de semana se me ha dado perfecto para explorar un poco más dentro de mi, para reconocer en qué estoy fallando pero también, celebrar aquellas cosas que estoy haciendo bien.

Y es que todos tenemos esa tendencia de achacarnos o rebuscar cada uno de nuestros defectos para justificar lo que no marcha como queremos.  Cuando en realidad, muchas veces no depende de nosotros, no significa que hay algo malo o que la «fallita» nos vino incorporada. Muchas veces, aquellas cosas solo fallan porque no es lo que necesitamos tener, al menos no en ese momento.

Amor.

Me gusta mucho pensar en la palabra AMOR. Me gusta, porque creo de forma incurable en él. Me gusta porque aunque solo la forman cuatro letras, es una palabra infinita.

Y se transforma.

Deja de ser solo una palabra. Se convierte en salvavidas. Se convierte en una lágrima, se convierte en miedo, en despedida, en viajes. Se convierte en nuestras venas y recorre cada uno de nuestros espacios. Milímetro a milímetro dejándonos frágiles como un antiguo pergamino.

Nos vuelve todo, nos vuelve nada.

Me gusta pensar en el amor, porque al amor no le importa cuán feliz o infeliz seas. Amor es oportunidad. Siempre… escúchalo bien, SIEMPRE TENEMOS A QUIÉN AMAR.

No importa su forma, su color. Sea una mascota, sea tu padre, sea un amigo, un hermano. Seas tu mismo. SIEMPRE TENEMOS A QUIEN AMAR.

Así que celébrate, porque estas vivo. Y vive porque de eso se trata…